Lo primero que debemos saber es que se trata de un territorio de fronteras borrosas, sobretodo en España por la cantidad de mezclas y influencias que sufre. Lo que escribo hoy mañana no valdrá, vaya esto por delante.
El trap se origina en los 90 en USA, aunque no es hasta 2010 y 2012 que suenan nombres de artistas (porque delincuentes-con-micro es muy largo) que lo practican en España. La palabra trap viene del slang para denominar a la trampa de las drogas, la condena de vivir en la calle, enganchado a ellas y el espiral de penúrias que conlleva. Es muy común en la escena acusar a artistas de no “ser calle” (de no provenir de famílias desestructuradas, orfanatos, reformatorios… de no haber vendido nunca droga y no haber recibido ninguna puñalada –literal- de la vida).
Hay que decir que el trap en España es una especie única, come aparte. Es como la cocaína de peor calidad, cortada demasiadas veces. En España el trap se ha mezclado con las músicas urbanas más comunes (hip hop, rap…), y sobretodo con músicas latinas y caribeñas: reggeton, dancehall, dembow… pero también con la cultura quinqui española y los artistas que la representan, dando así lugar a un encanto de fenómeno.
Por lo que hace a la naturaleza musical, es común definirlo como un tipo de hip hop electrónico. Se produce con el menor de los estándares de calidad: bases musicales prefabricadas y muy baratas que cualquiera puede obtener en la red, con sonidos muy concretos asociados al Roland 808, una caja de ritmos que ha vivido y protagonizado varios de los géneros musicales electrónicos históricos. El resultado es un sonido muy sintético (como las drogas que lo representan) con bases prefabricadas y de BPM bajo (ritmo lento), bajos exagerados para invocar al demonio y agudos distorsionados (hi hats). El resultado es un tipo de rap arrastrado, como ilustrando el efecto de ir colocado de opiáceos, dando tumbos por las calles del peor barrio del ghetto. Las voces están alteradas con el maldito autotune que hace que cualquier indocumentado suene afinado, como un pitufo, pero afinado. El efecto autotune pasó de estar en un segundo plano, en los coros y fondos de las canciones, a sonar en tu puta cara sin la más mínima vergüenza. El ejemplo más lamentable de esto, que se me ocurre en este momento, es un tal Pedro Ladroga que podéis buscar ahora mismo en Youtube y rezar para que vuestros hijos nunca se inspiren en él.
Por lo que respecta a las letras encontramos:
– Yo y más yo y más yo. Soy el más chulo, la más pegá, el más malo, la más puta…
– Apología de las drogas (consumo y tráfico): cannabis, cocaína, todas las drogas de diseño, ansiolíticos y un nuevo plato en el menú: el lean (opiáceo), del que hablaremos más adelante.
– Dinero. Hay que ser muy fantasma, decir que eres rico y enseñar billetes. Esto es básico.